Dolores Porras Ruiz de Pedrosa, mi madre. La mayor de tres hermanos y única hija nacida de la unión de Juan de Dios Porras Aguayo y Rosa Ruiz de Pedrosa Tavira.
Abrió los ojos el 31 de diciembre de 1898 en Córdoba, último día del año en que perdimos Cuba, último bastión de nuestro Imperio.
España firmó la Paz de París en diciembre de 1898. Por este acuerdo, España cedió a EE.UU. la isla de Puerto Rico, que hoy sigue siendo un estado asociado de EE.UU., Filipinas y la Isla de Guam en el Pacífico. Cuba alcanzaba la independencia bajo la “protección” estadounidense (Enmienda Platt y base militar de Guantánamo). Tal como nos cuentan en el siguiente enlace www.historiasiglo20.org/HE/11b-1.htm
Su infancia la pasó en Pedro Abad, en la casa familiar que los Porras tenían en este pequeño municipio cordobés. A mi abuela, y muy a su pesar, le llevó a vivir allí su marido a la vuelta del viaje de novios... compartiría espacio vital con su suegra y cuñadas solteras ¡Todo un polvorín! Mi madre ocupaba el dormitorio que fuera de su tía abuela Santa Rafaela Porras, fundadora de las Esclavas del Sagrado Corazón, actualmente capilla.
Durante la temporada de caza se trasladaban a la Viñuela, finca cinegética situada cerca de Adamuz y de muy difícil acceso, solo se podía llegar a caballo o cualquier otro cuadrúpedo similar. A mi madre a pesar de sus muchas protestas le obligaban a compartir el mismo equino que a D. Espreafico, medico de la familia que les acompañaba durante estos largos retiros. A mi abuela, que le horrorizaba la equitación, la trasladaban en silla de postas sobre mulas. Artilugio difícil de imaginar.
Al llegar la primavera y antes de volver al polvorín de Pedro Abad, pasaban una temporada en Córdoba en la casa que mi abuela y sus hermanas poseían en la calle D. Rodrigo.
En una ocasión, les acompañó un criado que no había salido jamás del cortijo.
Mi madre y abuela fueron a saludar a las de Barcia, amigas muy queridas que tenían una casa palacio muy cerca en cuya escalera se conocieron mis abuelos quedando totalmente enamorados el uno del otro. A su vuelta encontraron un gran alboroto en la calle, algo había pasado en su casa durante su ausencia;
El pobre criado de la Viñuela totalmente compungido solo alcanzaba a decir
-Lo he esfaratao Sra-
-¿A quién si se puede saber?- preguntó mi abuela
-Un hombre de mi mesma estatura y condición mire Ud- Contestó el hombre todavía visiblemente alterado
Cuando entraron descubrieron un espejo hechito polvo. Había destrozado su imagen frente al espejo
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