domingo, 5 de agosto de 2018

PASEOS POR EL PARQUE: DOMINGO DE BRUMA

PASEOS POR EL PARQUE: DOMINGO DE BRUMA: Al amanecer hoy, una neblina jugaba por entre los robles, abetos del jardín, camelios en flor...Días así es cuando más me gusta recorrer sus...

martes, 21 de abril de 2015

INTERNA EN EL VALLE. SEVILLA II

La vuelta al colegio siempre suponía una gran cantidad de sentimientos encontrados, pero el más fuerte de todos era la inmensa tristeza que me invadía al imaginarme fuera de casa hasta Navidad, sin ver a mi madre.... Por que, aunque se le permitía visitarnos tres o cuatro veces al año, nunca hacía uso de esos permisos.

Después del verano, y desde que las hermanas Lastra empezaron a ir internas a nuestro colegio íbamos todas juntas en coche: Ora en el Mercedes de su padre, ora en el Fiat de mi madre. Y siempre siempre, cuando se atisbaba el árbol torcido a la entrada de Sevilla yo rompía a llorar. Disimuladamente, claro está. Todo antes que descubrieran mi debilidad!

La hora de la comida era el único momento en que podíamos hablar, por lo que aunque por norma general no nos gustaba demasiado lo que nos daban, era un momento de algarabía.

Recuerdo divertida cuando un año, al llegar la temporada de coles, nos dieron muy continuado esta verdura para cenar... La producción de coles aquel invierno era muy superior a la de los anteriores. Desde arriba, cuando mirábamos al huerto solo veíamos estas hortalizas. Aquello pudo incluso con nuestro espíritu de sacrificio, al que apelaban continuamente nuestras educadoras. No sabíamos que hacer para salir de aquella situación.

Nuestras salvadoras, fueron cuatro internas, quienes por la noche se fueron al huerto y arrancaron todas las coles, dejándolas cuidadosamente depositadas en el mismo lugar que ocupaban antes de su defenestración. Se echó tierra sobre el asunto al descubrir que algunas de las autoras eran sobrinas de la Madre Ecónoma.

El postre que denominaban natillas, me producía un asco espantoso. Cuando las veían aparecer, mis compañeras de pupitre, no paraban de cuchichear -Bienvenido, el jardinero hoy se ha afeitado. Aquí viene la espuma que ha dejado!-
Aquel comentario me producía una repugnancia absoluta.

Comíamos pan gracias a las cartillas maquileras  que aportábamos algunas de nosotras.
Debido a la escasez de los  cereales tras la contienda, era una forma solidaria de compartirla con el resto de españoles. Los productores de cereales, legumbres, aceitunas,...cedían la totalidad de la producción al Servicio Nacional de Trigo. Que a su vez, entregaba un porcentaje de cada fanega declarada, por cada miembro de la familia al productor. El estraperlo gracias al que se enriquecieron unos pocos, surgía del ocultamiento al Estado de parte de esa producción para venderla en el mercado negro.

En Córdoba, como en casi todas las provincias mayoritariamente agrícolas, estaban muy marcadas estas personas que comerciaban con el hambre de los más pobres. No eran recibidas en ninguna casa conocida. Sin embargo, con el tiempo y poco a poco se les fue tratando. Hasta olvidar de donde procedía su fortuna. Poderoso caballero Don Dinero

viernes, 10 de abril de 2015

VERANEO EN CADIZ

Aquel verano de 1948, me libré de acompañar a mi madre y hermana Amparo a cualquiera de los muchos balnearios que solían visitar, donde después de hacer unas colas inmensas llenábamos nuestros vasitos y bebíamos aquel agua sanadora a traguitos...
 
Nos fuimos a cargo de mi abuela a una casita preciosa a los pies de la playa, en Cádiz. Estaba muy cerquita del Hotel Victoria, donde solían ir los mayores a bailar mientras  nosotros les espiábamos desde la terraza. Recuerdo nuestra satisfacción cuando nuestra hermana Amparo ganó el concurso de Buggi-buggi.

Vitorita la cocinera, consiguió que casi todos mis hermanos aborrecieran el fideuá.  Dìa sí y día también nos daba para comer fideos con almejas!! Aquella Vitorita es la misma que cuando gracias al trigo que nos vendió Perón, al oir por la radio tan buena nueva, se presentó en el salón visiblemente emocionada diciendo; - ¡Sra nos mandan trigo de la Ingertina! Mi madre no sabía si reir o  llorar....
Una mañana, mientras disfrutábamos del baño de sol y mar, Vitorita vociferante interrumpió nuestro sopor
 - Sra me voy a morir- Gritaba mientras se sujetaba la barriga con ambas manos.
- Se me están saliendo las tripas!!- Continuó la cocinera presa del pánico
-Cálmese Vitorita- Sugirió mi abuela al tiempo que trataba de averiguar donde estaba el problema
La pobre mujer no lograba tranquilizarse, y vociferaba cada vez con más fuerza, consiguiendo concentrar  una muchedumbre a su alrededor comentando lo terrible de la situación.
Mi abuela que siempre decía que lo último era divertir al pueblo, la agarró del brazo y se la llevó a la casa de salud más cercana.

El episodio se zanjó con la compra de un braguero que sujetara la hernia inguinal, causante de sus males.

Conocimos a muchos niños, entre otros mi primer novio...Yo no tendría los 12 años recién cumplidos y no sabía muy bien en que consistía eso de tener novio, pero me pareció una idea emocionante por demás.
Paseábamos por la playa en fila, con aquellos trajes de baño caseros que mucho distaban de los maillots que usaban las actrices de Hollywood !!

Recuerdo perfectamente cuando una de nuestras nuevas amigas me susurró que tenía que ir la última de la fila al pasear por la playa, pues Perico me quería hablar....Así al final de aquella cola, acepté ser la novia de aquel niño pelirrojo y pecoso, algo mayor que yo y al que apenas conocía...

Al terminar nuestra estancia en Cádiz, continuamos nuestra platónica relación por carta. Yo, para agasajarle metía jazmines del jardín dentro del sobre. Y mi hermano Rafael, al tanto de todo, me encubría y echaba mis cartas al buzón con la bici que le había regalado nuestra abuela.

Para colmo de males, una prima de Perico era compañera nuestra en el Valle, y le contó a mis hermanas c por d, todo...nuestro noviazgo, las cartas, los jazmines....No dejó nada en el tintero. A mis hermanas les faltó tiempo para contarlo en casa y no quiero recordar la que se montó ¡Dios mío con algo tan inocente!

jueves, 12 de marzo de 2015

Interna en el Sagrado Corazón , El Valle Sevilla I

 En octubre de 1947, llegó el momento de ir interna al Colegio del  Sagrado Corazón en Sevilla.
Nos fuimos mis hermanas y yo al Valle. Fue también mi  primer viaje en  " el carreta". Toda una experiencia...Salíamos de Córdoba a las 10 de la mañana, nos enviaban con el almuerzo; los consabidos filetes empanados y la tortilla española. Aquel tren se alimentaba de carbón, por lo que nos librábamos muy mucho de abrir sus ventanas, a riesgo de que se nos metiera una carbonilla en el ojo. Para no hacer aquel trayecto solas, nos acompañó mi hermano Jose María. A mitad de camino, en Lora del Río, recogímos a las hermanas Coronel, mi hermano se puso encantado de compartir trayecto con niñas tan guapas.

Sobre las cuatro de la tarde llegamos a la C/ María Auxiliadora, 31 de la capital hispalense.  Nuestro baúl para pasar el año, estaba allí esperándonos. Lo había llevado el cosario. El mismo que nos recogía semanalmente la ropa, para llevarla a lavar a casa y traérnosla de vuelta limpia y perfumada.
Al llegar nos recibió la Madre Isasi, Maestra Gral.,
- Entonces, Ud es la Sra de Pérez - Dijo al verme
Sorprendida de que aquella Madre supiera de aquel mote, asentí con la cabeza.
Mis hermanos mayores, me empezaron a llamar así, cuando ahorrando cada duro que me daban, me fui a la calle Sevilla a comprar la Mariquita Perez, me tildaron de caprichosa por gastarme nada más y nada menos que 100 ptas en obtener la preciada muñeca. Con el mote inventaron la historia de que me había casado con el ratón Pérez, convirtiéndome en la ratita Pérez. Para hacerme rabiar movían el dedo índice de izquierda a derecha como si fuera un rabito de rata...Aquello me enfurecía!

Nada más verme, me tomaron bajo su protección las dos niñas más revoltosas del Colegio. Mis hermanas me advirtieron sobre lo poco oportuno de mi amistad con ellas, pero su consejo, cayó en saco roto. Eran demasiado divertidas para renunciar a su amistad!

Aunque, ya había estado interna mientras me preparaba para recibir la Primera Comunión, las reglas a seguir eran absolutamente novedosas para mi!
Por los pasillos, mientras nos trasladamos de una estancia a otra, íbamos en silencio riguroso, sin salirnos del mismo baldosín. Los libros los llevábamos sobre las palmas de la mano extendidas a la altura del pecho. A las diez de la mañana nos quitábamos el abrigo. Llevarlo fomentaba la pereza. Aquellos corredores al aire libre hacía que sufriéramos enormemente  las inclemencias del tiempo sevillano. Frio casi siberiano en invierno y calor sahariano en los meses estivales. A las siete y media de la mañana cuando tocaban diana era el único momento del día que sentía cierto confort.
Por la noche teníamos que poner toda la ropa llevada durante el día, doblada sobre una silla ante la puerta del dormitorio.

Todas estas medidas fomentaba la disciplina y el autocontrol que tanto me ha servido en mi vida.

En marzo, se desbordó el rio Guadalquivir, anegándose toda la ciudad. Aquel día no hubo clase pues las mediopensionistas, que llegaban al Colegio en tranvía no pudieron salir de sus casas. Asomada por las ventanas, veíamos el traslado de las personas en barca. En mi desbordante imaginación me veía asomada al balcón en un Palacio veneciano, esperando al gondolero, que me cantaría mientras recorríamos los canales...Mientras las monjas, angustiadas por el desastre, trataban de ayudar a los damnificados.

Aquel año terminó en desastre académico. Suspendí en junio y no me llevaron a examinarme en septiembre. Repetí curso...El berrinche que me llevé fue tal que mi madre verdaderamente compungida ante mi desazón, zanjó  la cuestión diciendo; - Se acabaron los exámenes para ti, ni una lagrima más por los estudios...-
Mi amor propio impidió que siguiera la pauta sugerida por mi madre.

lunes, 23 de febrero de 2015

MIS PRIMEROS AÑOS IV; Me operan de amigdalas...

Una niña muy delicadita!! Decían de mi mis hermanos... Enfermaba con relativa facilidad, enseguida me subía la fiebre. Nuestro médico de cabecera me diagnosticó amigdalitis. Había que operarme. Se pidió cita a un otorrino de gran reputación en Córdoba.
En el trayecto desde mi casa hasta la consulta del Dr., mi madre trató de persuadirme de la nimiedad de la operación, al tiempo que trataba de infundirme valor. Sin embargo y aunque no decía nada, iba absolutamente aterrada y desde luego nada convencida de tener que pasar por semejante mal rato. Tan poco convencida estaba, que al cruzar el umbral me dio tal ataque de pánico que cual gato salvaje arremetí contra el pobre médico que estupefacto comentó;  -Vaya una Rosa con espinas!-
A mi madre aquel comentario le pareció un poco salido de tono y bastante insultante, por lo que asiendo mi manita me hizo salir junto a ella de aquel lugar. Me había librado de la quema al menos por el momento.

Había ganado una batalla pero no la guerra, a los pocos días nos recibía un cirujano en Sevilla. Hicimos las maletas y Pepe el chofer nos llevó a mi madre, mi hermana Amparo y a mi a la capital hispalense. Aquella noche nos alojamos, como siempre que íbamos a Sevilla, en el Hotel Inglaterra. Tras una larguísima noche aterrada y angustiada, amaneció un día precioso. El olor a azahar lo invadía todo. Las gitanillas llenaban de color aquel día del mes de abril. Aquella maravillosa estampa no disminuía mi miedo. Miedo acrecentado por la tía Chica, que no paraba de alertarme en contra de aquella operación;
- Te están engañando- repetía constantemente-
-Te van a hacer mucho daño-
-No te dejes- Me decía una y otra vez.
La tía  Soledad Porras Pacheco, prima hermana de mi madre, era para ella la hermana que no tuvo. Todos la llamaban Chica, aunque nunca supe el porque.

Al fin llegamos a la consulta del cirujano, venían conmigo y con mi madre, la tía Chica, tía María Fernández de Bobadilla y mi hermana Amparo. Al cruzar el umbral de aquella casa típicamente sevillana con sus rejas, su cancelita de hierro, su patio...Nos recibió una enfermera muy atenta, que nos acompañó a la sala de espera.

No tuvimos que esperar mucho tiempo, enseguida nos condujeron a la sala de operaciones. A aquel médico, para ganarse mi confianza, no se le ocurrió nada mejor que enseñarme las amígdalas del niño que acababa de ser operado. Aquella masa sanguinolenta tan parecida a unos higaditos de pollo, fue el detonante. Cuando vi a aquel hombre grandote con una jeringa en la mano,  dispuesto a clavarme una enorme aguja, no pude contenerme más y empecé a dar patadas y mordiscos a diestro y siniestro, hasta conseguir, convertida en fiera corrupia deshacerme del anestesista, la enfermera y el médico y huir corriendo de la clínica. Pepe, que nos esperaba apoyado en el coche, al verme salir como una exhalación, corrió tras de mi hasta alcanzarme.

Mi madre salió enfadadísima y enormemente avergonzada. De vuelta al hotel me sentaron entre tía María y mi madre y apoyándose la una en la otra consiguieron hacerme entrar en razón. Cuando llegamos al hotel, yo estaba arrepentida de mi mal comportamiento.

A la mañana siguiente, henchida de amor propio, llegué a la clínica decidida a portarme como una niña obediente y dócil, tal como había prometido a mi madre.

Entré sola, sin apoyarme en una mano amiga que me condujera. No he olvidado la cara pavor  de la enfermera, al retirar yo mi mano cuando ella trataba de dármela. "Esta cree que se va a repetir la escena de ayer" Pensé divertida.

Todavía aturdida, volvimos al hotel, donde me acostaron. A la mañana siguiente, desperté con una brutal hemorragia. Mi madre, asustadísima me llevó de nuevo a la clínica donde permanecí varios días. Para salir del hotel, atravesamos el comedor del mismo y a pesar de mi debilidad se me quedaron grabadas las caras de estupefacción de los comensales al vernos a mi madre y a mi en tan angustiosa situación. Tras varios días en la clínica, me trasladaron al chalet que en Pineda, tenía mi tío Juan de Dios. Mis tíos me mimaron y consintieron  hasta la saciedad, en cuanto me hube restablecido volví a Córdoba.



jueves, 19 de febrero de 2015

historias de san juan de dios: 1945

historias de san juan de dios: 1945: Mi padre, Jose Mª Olías Salvador Aquel mes de enero de 1945, mientras los soviéticos liberan Auschwitz , el campo de exterminio y concen...

miércoles, 18 de febrero de 2015

1945

Mi padre, Jose Mª Olías Salvador
Aquel mes de enero de 1945, mientras los soviéticos liberan Auschwitz, el campo de exterminio y concentración más grande construido por la Alemania Nazi a 43 km de Cracovia. Los españoles seguíamos sufriendo la privación y la hambruna. La escasez de agua, los campos yermos, el aislamiento internacional y la autarquía franquista favorecieron el estraperlo y el enriquecimiento de los más vivos o más desalmados según se mire.
El viernes 12 de enero una ola de frio polar invadió la península, aquel aire gélido se metía por todas las rendijas de la casa. Mi padre, recién llegado de Málaga y tras darnos nuestros regalos: una muñequita de madera a mi y un balón a Rafael, se sirvió la acostumbrada copa de oloroso,  que le gustaba tomar junto a la chimenea del comedor antes de la cena.
Nada parecía presagiar los acontecimientos postreros. La mañana del 13, una manta de varios centímetros de nieve cubría la casi totalidad de la península ibérica.
Fue mi primer contacto con este fenómeno de la naturaleza. Todo el jardín yacía silencioso bajo los efectos de aquellos copos blancos .
Mi padre, que solía ir a la oficina todas  las mañanas incluso los sábados,  permaneció en casa, aquejado de malestar, Mi madre se alarmó y mandó llamar al médico.
En pocas horas había fallecido víctima de una apoplejía. A Rafael y a mi nos pilló en el cuarto de la costura jugando con el balón recién estrenado de mi hermano. Los mayores, poco a poco fueron llegando de sus respectivos centros de estudio. La noche y el frio aumentó mi zozobra y miedo, sentimiento que me acompañaría por años y que cuando las pesadillas invadían mi sueño, Juan de Dios corría a acunarme hasta lograr mi total consuelo.
Aquel año Rafael recibió la Primera Comunión en la capilla del Pilar de la Iglesia de San Hipólito, Colegiata que los Jesuitas tienen en el centro de Córdoba. Allí acudimos todos los hermanos junto a mi madre y abuela vestidos de negro, contentos por la importancia del momento, pero muy tristes por la ausencia de la figura paterna.
El  7 de mayo de 1945, en los cuarteles de la SHAEF en Reims, Francia, el Jefe del Estado Mayor del Alto Mando de las fuerzas armadas alemanas, el general Alfred Jodl, firmó el acta de rendición incondicional para todas las fuerzas alemanas ante los Aliados.
Aquel verano, antes de partir hacia Ronda a pasar las vacaciones, Franco promulgó uno de las ocho leyes fundamentales de su gobierno El Fuero de los españoles
Recuerdo aquel viaje como si fuera ayer...Nos mandaron con Pepe el Chofer y Antonia la cocinera en aquel horrible tren de la posguerra española, tardamos toda la noche en llegar a la ciudad del tajo, tras hacer trasbordo en Bobadilla. Yo tenía encomendado el maletín de los cubiertos.
Allí nos esperaba mi hermano mayor, que estaba haciendo la  MILI. Una vez en la casa con vistas al barranco que habíamos alquilado, Pepe puso una conferencia a nuestra casa
- Conferencia con Córdoba - Dijo a la señorita de la centralita - Con el 343 de Villa Azul, Por favor!- Señora, aquí dejo a los niños mirando pa'l  barranco- Le comunicó a mi madre una vez contactó con ella al otro lado del hilo de cobre. El se volvia a casa, pues tenía que pasar el verano llevando a mi abuela al campo, ya que  tras la muerte de mi padre se encargó de llevarlo.
No se me ha olvidado la fuerte sequía que padecíamos, la administración que teníamos que hacer con el agua al asearnos...Realmente la situación era dramática.
A menudo venían a casa a comer los mandos militares del cuartel en el que mi hermano hacia el servicio militar, aquello resultaba la mar de emocionante, aunque para variar los pequeños permanecíamos bastante al margen de la vida de los adultos.
Un día de tantos en que Rafael y yo pasamos la mañana cogiendo ranas y cangrejos, soltamos uno de estos pequeños anfibios en el salón de la casa, con tan mala suerte que la primera persona en descubrirlo fue Amparo, quien al ver al inofensivo animalito; del susto se subió a una mesa que se hizo trizas con el lógico enfado  de mi madre, que puso el grito en el cielo! Al ver el resultado de la travesura, corrimos a escondernos.
Aquel año terminó con el cierre de las fronteras y el total aislamiento por la condena internacional del régimen de Franco acusado de ser aliado del eje.