martes, 21 de abril de 2015

INTERNA EN EL VALLE. SEVILLA II

La vuelta al colegio siempre suponía una gran cantidad de sentimientos encontrados, pero el más fuerte de todos era la inmensa tristeza que me invadía al imaginarme fuera de casa hasta Navidad, sin ver a mi madre.... Por que, aunque se le permitía visitarnos tres o cuatro veces al año, nunca hacía uso de esos permisos.

Después del verano, y desde que las hermanas Lastra empezaron a ir internas a nuestro colegio íbamos todas juntas en coche: Ora en el Mercedes de su padre, ora en el Fiat de mi madre. Y siempre siempre, cuando se atisbaba el árbol torcido a la entrada de Sevilla yo rompía a llorar. Disimuladamente, claro está. Todo antes que descubrieran mi debilidad!

La hora de la comida era el único momento en que podíamos hablar, por lo que aunque por norma general no nos gustaba demasiado lo que nos daban, era un momento de algarabía.

Recuerdo divertida cuando un año, al llegar la temporada de coles, nos dieron muy continuado esta verdura para cenar... La producción de coles aquel invierno era muy superior a la de los anteriores. Desde arriba, cuando mirábamos al huerto solo veíamos estas hortalizas. Aquello pudo incluso con nuestro espíritu de sacrificio, al que apelaban continuamente nuestras educadoras. No sabíamos que hacer para salir de aquella situación.

Nuestras salvadoras, fueron cuatro internas, quienes por la noche se fueron al huerto y arrancaron todas las coles, dejándolas cuidadosamente depositadas en el mismo lugar que ocupaban antes de su defenestración. Se echó tierra sobre el asunto al descubrir que algunas de las autoras eran sobrinas de la Madre Ecónoma.

El postre que denominaban natillas, me producía un asco espantoso. Cuando las veían aparecer, mis compañeras de pupitre, no paraban de cuchichear -Bienvenido, el jardinero hoy se ha afeitado. Aquí viene la espuma que ha dejado!-
Aquel comentario me producía una repugnancia absoluta.

Comíamos pan gracias a las cartillas maquileras  que aportábamos algunas de nosotras.
Debido a la escasez de los  cereales tras la contienda, era una forma solidaria de compartirla con el resto de españoles. Los productores de cereales, legumbres, aceitunas,...cedían la totalidad de la producción al Servicio Nacional de Trigo. Que a su vez, entregaba un porcentaje de cada fanega declarada, por cada miembro de la familia al productor. El estraperlo gracias al que se enriquecieron unos pocos, surgía del ocultamiento al Estado de parte de esa producción para venderla en el mercado negro.

En Córdoba, como en casi todas las provincias mayoritariamente agrícolas, estaban muy marcadas estas personas que comerciaban con el hambre de los más pobres. No eran recibidas en ninguna casa conocida. Sin embargo, con el tiempo y poco a poco se les fue tratando. Hasta olvidar de donde procedía su fortuna. Poderoso caballero Don Dinero

viernes, 10 de abril de 2015

VERANEO EN CADIZ

Aquel verano de 1948, me libré de acompañar a mi madre y hermana Amparo a cualquiera de los muchos balnearios que solían visitar, donde después de hacer unas colas inmensas llenábamos nuestros vasitos y bebíamos aquel agua sanadora a traguitos...
 
Nos fuimos a cargo de mi abuela a una casita preciosa a los pies de la playa, en Cádiz. Estaba muy cerquita del Hotel Victoria, donde solían ir los mayores a bailar mientras  nosotros les espiábamos desde la terraza. Recuerdo nuestra satisfacción cuando nuestra hermana Amparo ganó el concurso de Buggi-buggi.

Vitorita la cocinera, consiguió que casi todos mis hermanos aborrecieran el fideuá.  Dìa sí y día también nos daba para comer fideos con almejas!! Aquella Vitorita es la misma que cuando gracias al trigo que nos vendió Perón, al oir por la radio tan buena nueva, se presentó en el salón visiblemente emocionada diciendo; - ¡Sra nos mandan trigo de la Ingertina! Mi madre no sabía si reir o  llorar....
Una mañana, mientras disfrutábamos del baño de sol y mar, Vitorita vociferante interrumpió nuestro sopor
 - Sra me voy a morir- Gritaba mientras se sujetaba la barriga con ambas manos.
- Se me están saliendo las tripas!!- Continuó la cocinera presa del pánico
-Cálmese Vitorita- Sugirió mi abuela al tiempo que trataba de averiguar donde estaba el problema
La pobre mujer no lograba tranquilizarse, y vociferaba cada vez con más fuerza, consiguiendo concentrar  una muchedumbre a su alrededor comentando lo terrible de la situación.
Mi abuela que siempre decía que lo último era divertir al pueblo, la agarró del brazo y se la llevó a la casa de salud más cercana.

El episodio se zanjó con la compra de un braguero que sujetara la hernia inguinal, causante de sus males.

Conocimos a muchos niños, entre otros mi primer novio...Yo no tendría los 12 años recién cumplidos y no sabía muy bien en que consistía eso de tener novio, pero me pareció una idea emocionante por demás.
Paseábamos por la playa en fila, con aquellos trajes de baño caseros que mucho distaban de los maillots que usaban las actrices de Hollywood !!

Recuerdo perfectamente cuando una de nuestras nuevas amigas me susurró que tenía que ir la última de la fila al pasear por la playa, pues Perico me quería hablar....Así al final de aquella cola, acepté ser la novia de aquel niño pelirrojo y pecoso, algo mayor que yo y al que apenas conocía...

Al terminar nuestra estancia en Cádiz, continuamos nuestra platónica relación por carta. Yo, para agasajarle metía jazmines del jardín dentro del sobre. Y mi hermano Rafael, al tanto de todo, me encubría y echaba mis cartas al buzón con la bici que le había regalado nuestra abuela.

Para colmo de males, una prima de Perico era compañera nuestra en el Valle, y le contó a mis hermanas c por d, todo...nuestro noviazgo, las cartas, los jazmines....No dejó nada en el tintero. A mis hermanas les faltó tiempo para contarlo en casa y no quiero recordar la que se montó ¡Dios mío con algo tan inocente!