Frasquita Parra Ortega, llegó a casa de mis padres cuando nació Jose María, y se quedó para cuidar de todos los niños que entraban en la familia. Se hizo cargo incluso de los míos. Nacida en
Pedro Abad era la persona más bondadosa que he conocido...Tanto que incluso mi abuela que no la podía soportar, pedía que estuviese a su lado cuando se rompió la cadera, sabedora de su infinita paciencia.
No tuvo ocasión de aprender a leer o escribir, sin embargo se sabía los cuentos más apasionantes del mundo y los contaba como nadie. Conseguía mantenernos embobados durante horas, sin movernos de nuestras mecedoras y sin siquiera pestañear.
Recuerdo que cuando para cenar, nos daban lentejas. Siempre pensé que era una cena un tanto atípica, mi hermano Rafael le lloraba diciendo - Frasquita esas pildorillas negras me producen pesadillas- Inmediatamente le hacía unos huevos fritos con patatas que era lo que más le podía gustar.
En otra ocasión, en el cuarto de costura, yo quería las tijeras para recortar unos papeles, mi abuela nos tenía totalmente prohibido que las cogiéramos, pero al insistir yo. Frasquita que no podía negarnos nada me dijo -Anda madre mía, cógelas ahora que no te ve tu abuela- Con tan mala suerte, que mi abuela pasaba en ese momento por la puerta y la oyó. - Es ud una entrometida Frasquita- le amonestó bastante molesta.
Una vez por semana, iba al horno del brillante con las tortas de aceite, madalenas, mantecadas...todos nuestros goloseos. Y la esperábamos aparecer por la puerta con verdadera ilusión.
Las albóndigas eran otra de sus especialidades.
Me encantaba acompañarla al zapatero, siempre quería ser ella la que llevara los zapatos a arreglar. Disfrutaba mucho al chismorrear con su mujer. A la vuelta le contaba los chismes a mi madre. Cuando le refería que alguna conocida tenía dolores de parto, le guiñaba un ojo diciéndole- Sra, fulanita está con dolor de muelas...- Evitando así que nos enteráramos de algo tan natural.
Durante años tuvimos también como niñera a Carmen Lora, había trabajado en casa con anterioridad, se fue durante la guerra y mamá la mandó llamar cuando supo que estaba sola con una niña. Inmediatamente, Carmencita que así se llamaba su hija, formó parte de nuestras expediciones por el jardín.
Negra como el tizón era imposible diferenciar su pelo zaino de su rostro.El primer día que nos disfrazamos de Siux, le bauticé como cucaracha voladora...
Entramos en el comedor mientras los mayores comían, cosa bastante excepcional, pues nos aburría enormemente estar con ellos, con la intención de presentar al nuevo miembro de nuestra tribu. Me sorprendió el estruendo de risas que ocasionó un nombre tan lógico! Definitivamente los mayores eran seres excepcionalmente diferentes.
Un buen día, nunca me enteré muy bien porque, nuestra nueva amiga y su madre dejaron de vivir en casa. Al principio, nos entristeció no volver a ver a Cucaracha voladora, aunque inmediatamente nos adaptamos al cambio.
Frasquita. a pesar de sus muchos pretendientes nunca se casó. Sus niños (nosotros) era motivo más que suficiente par rechazarles