miércoles, 7 de julio de 2010


Nos fascinaba subirnos a la tapia y espiar a la familia del chalet vecino. Pasabamos horas analizando su forma de vida tan diferente a la nuestra. Aquella sra se ponía furiosa cada vez que nos descubría espiándoles.
-Niños, haced el favor de bajaros de la tapia-Repetía insistentemente.
-Esta tapia no es medianera, es nuestra, así que podemos estar aquí el tiempo que queramos-Respondíamos al unísono mi hermano y yo, no había duda de que teníamos la lección bien aprendida.
Lo más divertido fue cuando pegaron con la escoba a aquella pobre niña! Acababan de llegar del centro y le habían comprado unos zapatos nuevos, que inmendiatamente quiso ensañarn0s. Al intenetar subir donde estabamos mi hermano y yo, rozó los famosos zapatos.Cuando su madre lo descubrió se montó en un famoso caballo llamado cólera, cogió una escoba y la emprendió contra aquella niña que no entendía por que le llovian aquella manta de palos. Sus gritos se oían en las Ermitas

FRASQUITA

Frasquita Parra Ortega, llegó a casa de mis padres cuando nació Jose María, y se quedó para cuidar de todos los niños que entraban en la familia. Se hizo cargo incluso de los míos. Nacida en Pedro Abad era la persona más bondadosa que he conocido...Tanto que incluso mi abuela que no la podía soportar, pedía que estuviese a su lado cuando se rompió la cadera, sabedora de su infinita paciencia.

No tuvo ocasión de aprender a leer o escribir, sin embargo se sabía los cuentos más apasionantes del mundo y los contaba como nadie. Conseguía mantenernos embobados durante horas, sin movernos de nuestras mecedoras y sin siquiera pestañear.

Recuerdo que cuando para cenar, nos daban lentejas. Siempre pensé que era una cena un tanto atípica, mi hermano Rafael le lloraba diciendo - Frasquita esas pildorillas negras me producen pesadillas- Inmediatamente le hacía unos huevos fritos con patatas que era lo que más le podía gustar.

En otra ocasión, en el cuarto  de costura, yo quería las tijeras para recortar unos papeles, mi abuela nos tenía totalmente prohibido que  las cogiéramos, pero al insistir yo. Frasquita que no podía negarnos nada me dijo -Anda madre mía, cógelas ahora que no te ve tu abuela-  Con tan mala suerte, que mi abuela pasaba en ese momento por la puerta y la oyó. - Es ud una entrometida Frasquita- le amonestó bastante molesta.

Una vez por semana, iba al horno del brillante con las tortas de aceite, madalenas, mantecadas...todos nuestros goloseos. Y la esperábamos aparecer por la puerta con verdadera ilusión.
Las albóndigas eran otra de sus especialidades.

Me encantaba acompañarla al zapatero, siempre quería ser ella la que llevara los zapatos a arreglar. Disfrutaba mucho al  chismorrear con su mujer. A la vuelta le contaba los chismes a mi madre. Cuando le refería que alguna conocida tenía dolores de parto, le guiñaba un ojo diciéndole- Sra, fulanita está con dolor de  muelas...- Evitando así que nos enteráramos de algo tan natural.

Durante años tuvimos también como niñera a Carmen Lora, había trabajado en casa con anterioridad, se fue durante la guerra y mamá la mandó llamar cuando supo que estaba sola con una niña. Inmediatamente, Carmencita que así se llamaba su hija, formó parte de nuestras expediciones por el jardín.

Negra como el tizón era imposible diferenciar su pelo zaino de su rostro.El primer día que nos disfrazamos de Siux, le bauticé como cucaracha voladora...

Entramos en el comedor mientras los mayores comían, cosa bastante excepcional, pues nos aburría enormemente estar con ellos, con la intención de presentar al nuevo miembro de nuestra tribu. Me sorprendió el estruendo de risas que ocasionó un nombre tan lógico! Definitivamente los mayores eran seres excepcionalmente diferentes.

Un buen día, nunca me enteré muy bien porque, nuestra nueva amiga y su madre dejaron de vivir en casa. Al principio, nos entristeció no volver a ver a Cucaracha voladora, aunque inmediatamente nos adaptamos al cambio.

Frasquita. a pesar de sus muchos pretendientes nunca se casó. Sus niños (nosotros) era motivo más que suficiente par rechazarles

viernes, 2 de julio de 2010

MIS PRIMEROS AÑOS II; Un burro en el solar

Nuestra casa vista desde la cancela
 
Los Domingos, antes de desayunar, nos vestían con nuestras mejores galas, para acompañar a mamá a Misa de nueve. Uno de tantos festivos nos nos vistieron con nuestros trajes dominicales; de organza natural el mío de lino el de Rafael, e hicimos lo propio, acompañar a nuestra madre al oficio religioso.

A la vuelta del mismo, descubrimos pastando en el solar, a un burro. En aquel momento nos pareció la cosa más emocionante del mundo! Sin siquiera desayunar y olvidándonos de nuestras ropas nuevas, corrimos a montarnos en aquel animal que pastaba ajeno a nuestras intenciones. Tras muchos forcejeos conseguimos alcanzar su grupa, pero la alegría por semejante azaña duró poco, aquel animal empezó a correr hasta tiranos en un charco. No tardó ni cinco segundos en conseguirlo. Con las cabezas bajas y chorreando barro entramos en la cocina buscando a nuestra Frasquita, a sabiendas que si algun mayor nos encontraba antes, nos iba a caer una buena. Por fortuna nuestra niñera nos salvó de un castigo seguro.

Desde aquel día creció en mi interior la necesidad de mejorar mis habilidades ecuestres, así en la siguiente visita de mi Tio Juan de Dios a Córdoba, le pedí que me enseñara. A mi tío le encantaban tanto los niños como los caballos. Su prestigio como domador de caballos no tenía fronteras, como tampoco la yeguada con la que participaba y ganaba en prácticamente todos los concursos de ámbito nacional. Era un susurrador de animales.Espoleta, su fox terrier, se ponía sobre las dos patas traseras y muy recto levantaba la pata derecha cuando oía el Imno Nacional.
Era muy conocido también su habilidad para domar  los caballos a la voz.

A caballo por la feria de Córdoba
 
Una mañana de abril, mandó ensillar a Pajarito uno de los caballos más viejos de la cuadra, y me subió en él, el caballo asustado empezó a correr, el mozo de cuadra se asustó aún más y se colocó delante del equino,  Pajarito se puso de patas tirándome al suelo. Sin embargo mi tío no consintió que yo acusara el accidente montándome inmediatamente en la grupa del animal, y agarrándole de las riendas me paseó por el jardín. Con mis cuatro años aun por cumplir, tuve mi primer y último accidente a caballo, y aunque nunca gané concursos de salto como mi hermana Amparo, me convertí en una gran amazona

mis primeros años I


Rafael y yo compartimos dormitorio durante años, dormíamos enfrente de mis padres, el mismo que ocuparía mi hermano Juan de Dios tras su separación de Paz Rubio. Se podía acceder al mismo desde el patio central que hacía las veces de repartidor, o desde el pasadizo que unía la cocina con el mismo y que pasaba por debajo de la escalera de servicio. Esta situación resultaba muy conveniente, sobre todo cuando hacíamos cualquier trastada, ya que Frasquita nos ocultaba de la vista de los mayores llevándonos directamente desde el jardín a nuestra habitación y evirtar así una regañina segura.
Aquel jardín de estilo árabe, con sus naranjos, sus laberintos de boj, el bosque de eucaliptus así como las palmeras datileras de delante de la casa era nuestro pequeño gran mundo. Rafael y yo nos levantabamos y tras desyunar, unas veces bizcochadas otras tortas de aceite que Frasquita cada semana cocía en el horno de El Brillante. Nos lanzabamos a vivir un sinfín de aventuras que salían de mi inagotable imaginación.
En nuestros paseos por el jardín, mientras inventaba que yo era una india cautiva...o que eramos Santa Teresa y su hermano que de escapaban de su casa de Avila para matar moros...comíamos naranjas, tantas como podíamos. Yo me limpiaba las manos en las bragas.
-Qué habilidad te das para limpiarte-comentaba Rafael cada vez que me veía hacerlo.
Mi hermana mayor muy preocupada por nuestra higiene, se pasaba la vida levantandome las faldas, y al descubrir cuan sucias estaban mis bragas mandaba cambiarmelas inmediatamente.
-Ya estan otra vez sucias-Gritaba alarmada-¿Se puede saber que haces para que esten siempre tan cochinas?