viernes, 2 de julio de 2010

MIS PRIMEROS AÑOS II; Un burro en el solar

Nuestra casa vista desde la cancela
 
Los Domingos, antes de desayunar, nos vestían con nuestras mejores galas, para acompañar a mamá a Misa de nueve. Uno de tantos festivos nos nos vistieron con nuestros trajes dominicales; de organza natural el mío de lino el de Rafael, e hicimos lo propio, acompañar a nuestra madre al oficio religioso.

A la vuelta del mismo, descubrimos pastando en el solar, a un burro. En aquel momento nos pareció la cosa más emocionante del mundo! Sin siquiera desayunar y olvidándonos de nuestras ropas nuevas, corrimos a montarnos en aquel animal que pastaba ajeno a nuestras intenciones. Tras muchos forcejeos conseguimos alcanzar su grupa, pero la alegría por semejante azaña duró poco, aquel animal empezó a correr hasta tiranos en un charco. No tardó ni cinco segundos en conseguirlo. Con las cabezas bajas y chorreando barro entramos en la cocina buscando a nuestra Frasquita, a sabiendas que si algun mayor nos encontraba antes, nos iba a caer una buena. Por fortuna nuestra niñera nos salvó de un castigo seguro.

Desde aquel día creció en mi interior la necesidad de mejorar mis habilidades ecuestres, así en la siguiente visita de mi Tio Juan de Dios a Córdoba, le pedí que me enseñara. A mi tío le encantaban tanto los niños como los caballos. Su prestigio como domador de caballos no tenía fronteras, como tampoco la yeguada con la que participaba y ganaba en prácticamente todos los concursos de ámbito nacional. Era un susurrador de animales.Espoleta, su fox terrier, se ponía sobre las dos patas traseras y muy recto levantaba la pata derecha cuando oía el Imno Nacional.
Era muy conocido también su habilidad para domar  los caballos a la voz.

A caballo por la feria de Córdoba
 
Una mañana de abril, mandó ensillar a Pajarito uno de los caballos más viejos de la cuadra, y me subió en él, el caballo asustado empezó a correr, el mozo de cuadra se asustó aún más y se colocó delante del equino,  Pajarito se puso de patas tirándome al suelo. Sin embargo mi tío no consintió que yo acusara el accidente montándome inmediatamente en la grupa del animal, y agarrándole de las riendas me paseó por el jardín. Con mis cuatro años aun por cumplir, tuve mi primer y último accidente a caballo, y aunque nunca gané concursos de salto como mi hermana Amparo, me convertí en una gran amazona

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