martes, 6 de enero de 2015

LA GUERRA

Mi abuela y mi hermano, al año y medio de estallar la guerra consiguieron salir de Madrid vía Valencia, gracias al pasaporte cubano de ella. Sus hermanas en cambio prefirieron permanecer en la Villa y corte.
Cuando mi madre les vio llegar, creyó desmayar! la abuela solo pesaba 30 kg, mi hermano, aunque demacrado parecía no haber pasado tanta hambre. Pero, nunca habló de aquellos meses de terror y desconcierto.
A mi tía Victoria la encerraron en la cárcel modelo por llevar puesto un crucifijo, tuvo que compartir celda con todas las prostitutas de la capital. " ¡Qué personas tan buenas y generosa y tan de derechas!"- solía decir.
Tía Victoria consiguió ganarse su afecto desde el primer minuto y  entre todas llenaron aquellas estancias de cucarachas portando mensajes subversivos contrarios a Rusia y al bando rojo. Fue tal escandalo el que montó que la pusieron de patitas en la calle con el deseo de no volver a toparse con ella jamás. "¡Aquella señora menudita y de aspecto frágil se las traía!"
Mientras, a mi tio Juan de Dios le destinaron al cerro Muriano para defender Córdoba de los Republicanos. En sus días de descanso venía a nuestra casa, a escasos km de donde se  libraba la batalla a diario y su mujer, tia María Fernández de Bobadilla, que vivía con sus padres y sus diez hermanos en una casa del P de la Victoria, también. Solían alegar que en casa de sus padres carecían de intimidad. Como agradecimiento a la hospitalidad de mis padres, siempre regalaba recetas de cocina para sobrevivir en esa época de carestía; como hacer croquetas sin leche, natillas sin huevo ni leche...
Mi padre, unas veces delante, otras porque se lo relataba mi madre siempre decía lo mismo - Dolores ni se te ocurra hacer caso a tu cuñada, cuando se puedan hacer como Dios manda lo comemos, mientras tanto prefiero pasar si ellas que comer esa porquería!

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