miércoles, 11 de febrero de 2015

MIS PRIMEROS AÑOS III; EL POZO

Rafael y yo con "Macaco" y Pepe el chófer
Aunque teníamos un magnífico pozo como casi todas las casas de Córdoba. No en vano los árabes, que tanta importancia dan a este bien natural, instalaron aquí su capital en tiempos de los califas. Mi padre quiso buscar más agua para consumo humano, pues no estaba seguro de que éste no estuviera contaminado y lo reservó para el riego del jardín.

Mandaron buscar a unos poceros para el desempeño de tan necesaria empresa. Después del magnífico trabajo de radiestesia realizado por un zahorí, empezaron a cavar cerca de la tapia que servía de límite con la calle Cardenal Puerto Carrero. Con tan rápido y buen resultado que los poceros tuvieron que salir a escape de allí, a riesgo de morir ahogados. ¡Tal era la profusión de agua que salía!

Como era costumbre, y un poco por superstición, había que bautizar el pozo. Tal bautizo no era otra cosa que celebrar con vino el hallazgo. Rafael y yo que no perdimos comba de lo que allí pasaba, decidimos que ya que no nos invitaban al bautizo. Cosa altamente injusta, o así lo creímos. Celebraríamos nuestro propio bautizo.

Abandonando a todos los mayores, que junto con los poceros celebraban el bautizo del pozo. Encaminamos nuestros pasos a casa. Ya en el comedor, cogimos la botella de cristal tallado, contenedora  del oloroso que, tanto mi abuela como mi padre gustaban de tomar antes de cada comida y cada uno con su catavino nos sentamos en le cierre del comedor, cerramos las cortinas que lo separaban de la estancia y cada uno en una de las butacas del reservado nos dispusimos a celebrar nuestro particular bautizo.

No se cuanto tiempo pasó antes de que tio Juan de Dios, alertado por nuestras risas flojas y las cortinas del comedor echadas, descubriera lo que habíamos hecho, pero sí el estado en que nos encontró. Le estoy viendo, mirándonos fijamente, intentando evitar una sonrisa.

Fue a buscar a Frasquita, nuestra eterna encubridora, encomendándola que nos metiera en la cama a escondidas de nuestros padres. Y así lo hizo. Nuestra travesura fue obviada, nunca se habló de ello.

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